Cuaresma un tiempo de gracia
La
Cuaresma es un tiempo de gracia que nos ayuda a vivir plenamente la
alegría pascual, haciéndonos conscientes ante todo de que para gozar de
la vida eterna, es necesario preparar el corazón, todo el ser ante la
realidad de la cruz.
Es un tiempo de cuarenta días que hoy
iniciamos, llevados por el espíritu de penitencia que la liturgia nos
propone tanto en sus signos y símbolos como en las lecturas del día.
La celebración de las cenizas, el cual es un signo externo de la
actitud que debemos tomar en este tiempo, resonará muy fuertemente en
nuestros corazones con las palabras que nos dice el sacerdote
«Conviértete y cree en el evangelio» (cfr Mc 1, 15) o «Recuerda que eres
polvo y al polvo volverás» (cfr Gen 3,19).
La Cuaresma nos invita a fortificarnos en tres acciones concretas:
oración, ayuno y limosna. Con la oración intensificamos la comunicación
con Dios para suavizar el corazón y escuchar dócilmente su voluntad.
Con el ayuno, antes de corazón y luego de cosas externas como la comida o
las comodidades, imitamos a Cristo que cuarenta días ayunó en el
desierto y fortalecemos la voluntad, renunciando a nuestro yo, a aquello
que nos aparta de Dios. Con la limosna, que no significa lástima al
otro, nos hacemos compañeros de camino con el hermano y recordamos que
la salvación es para todos, y que nosotros debemos darnos a los demás.
Que esta Cuaresma en que contemplamos con más devoción a Cristo en
cruz, sintamos la maternal protección de la madre del amor y el dolor:
Santa María y que Ella nos ayude a ser verdaderos discípulos en la
escuela de la Cruz.
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